lunes, 19 de marzo de 2018

La Canaleja y los puestos de cortadero


El primer viernes de temporada en Andalucía, un grupo de amigos partíamos hacia un lejano y desconocido destino, La Canaleja, una finca situada en Baterno (Badajoz) y que monteábamos de la mano de la organización Entrepeñas. Muy temprano quedamos toda la expedición cordobesa en la gasolinera de la Carrera del Caballo, para tomarnos un café rápido y partir hacia la junta, a la que teníamos casi dos horas de viaje. El día se presentaba nublado, con algún chubasco que nos tendría en alerta seguramente casi toda la mañana.

Una vez llegados al punto de encuentro, conforme pasábamos al salón íbamos cogiendo puesto, algo curioso y que, al menos yo, nunca había visto. De este modo, nos tomamos las migas comentando ya el puesto que nos había tocado en suerte, en mi caso uno de los primeros cierres. Tras las indicaciones de los organizadores y con algunas gotas de agua cayendo sobre nosotros, los las primeras armadas partimos hacia la mancha. Las previsiones para la jornada eran buenas, esperándose abatir un buen número de cochinos y algunos venados, con alguna sorpresa en cuanto a calidad.

Vista del puesto 
Mi puesto no era ni mucho menos a lo que estaba acostumbrado, ya que se trataba de un cortadero que cerraba con la finca de al lado, que por cierto tenía pinta de ser querenciosa. El tiradero no era muy amplio, pues el cortadero estaba compartido con el vecino del número 3 y delante lo que había era un jaral bastante alto. A priori, un puesto carnicero pero complicado.

A los 15 minutos de llegar, la lluvia volvió a hacer acto de presencia, así como las primeras traviesas, que empezaron a mover las primeras reses. Tanto fue así que, de repente, escuché un crujir de monte y me preparé por si alguna res me sorprendía. Se trataba de una cierva, que se asomó al cortadero y volvió a adentrarse en el monte ante mi presencia. Sin embargo, la hembra no venía sola. Eran varias las reses que allí se encontraban, destacando un importante venado del que sobresalían sus palmas por lo alto del espeso jaral. Las ciervas saltaron al cortafuegos a toda velocidad perseguidas por dos venados de discreto porte, a los que disparé pinchando a uno de ellos, que salió de la mancha. Sin embargo, cuando esperaba al grande para tirarlo, este no apareció. El ejemplar, que ya tenía alguna que otra montería encima, se quedó tapado en el jaral.

Pasaron los minutos y el importante venado dejó de escucharse, aunque yo sabía que se encontraba allí tapado. Las furgonetas de los perros hicieron su aparición en la mancha, dando comienzo a la montería. Una cierva hizo aparición en la postura. De repente, el gran venado que allí estaba echado se levantó se acollaró con ella, y pude contemplar de nuevo, por encima del jaral, la impresionante palma que portaba. Tirarlo era tarea difícil, pues no se veía y, además, hacía viso, por lo que no había opción. 

Jesús Bernier con el venado abatido
Con el meneo de los perros, el puesto de la derecha comenzó a tirar algún que otro marrano, errando el primero de ellos y quedándose con el segundo. Además, un gran jabalí se coló por debajo de la tirilla sin que el cazador lo viera. Después de un rato de tranquilidad, una ladra me alertó y los perreros comenzaron a vocear "ahí va el venado", con la suerte de que salió de las jaras apretado por los perros a la altura de mi tiradero, por lo que pude soltarle un tiro y quedarme con él. Sin duda, se trataba de un bonito ejemplar que había hecho que el puesto cumpliera pasado el ecuador de la montería. Con la lluvia apretando y los perros dando la vuelta a la altura del cortadero, un gran macareno se cruzó entre los dos puestos y rodeado de perros, por lo que tirarlo fue imposible. Con todo, la jornada finalizó sin más movimiento y pusimos rumbo al cortijo de la finca, donde nos esperaba un rico almuerzo. 

El tapete de reses estuvo compuesto por unos 10 venados y 12-15 cochinos, más las ciervas, por lo que el resultado fue más flojo de lo esperado, sobre todo teniendo en cuenta que muchos puestos vieron venados saliéndose de la mancha mientras se colocaban las posturas.