miércoles, 12 de julio de 2017

Montealegre, una finca de ensueño


Muchas son las fincas que he monteado a lo largo de mi vida y, aunque cada una nos deja algo en el recuerdo, siempre hay alguna que nos regala una sensación especial. En mi caso, Montealegre es y será siempre esa finca que siempre llevaré en mi memoria, por los buenos recuerdos y experiencias que me trae. Fue en la temporada 2013-2014 cuando tuve la ocasión de montearla, en dos ocasiones, con mi gran amigo Francisco Pozuelo, bajo la organización de Grupo Miranda. 

Anclada en la Sierra de Andújar, esta prestigiosa finca cuenta con una alta riqueza cinegética que, sin duda, todo montero debería cazar al menos una vez en la vida. Montealegre cuenta con una alta densidad y calidad de venados y gamos, además de muflones, aunque esto en menor cantidad. Al tratarse de una finca muy limpia, los cochinos no son muy abundantes y se suelen encontrar, preferentemente, en la mancha del Peñón. 

Los Cercones y un doblete para el recuerdo

Mi primera visita a Montealegre fue a la mancha de “Los Cercones”. Muy temprano partimos en una mañana de sábado Fran y yo hacía Andújar, donde habíamos quedado con unos amigos para tomar una café rápido en “Los Pinos” y marchar hacia la finca. 

Fran Pozuelo con el gamo abatido
Ya en la junta, degustamos unas maravillosas migas hechas por el catering “Benidorm”, al que hay que destacar por su excelente servicio a lo largo de toda la jornada. Fran y yo no nos poníamos de acuerdo en quién sacaría el puesto y finalmente, ante su insistencia, lo cogí yo. Esta vez, la suerte nos deparó uno de los primeros cierres, aunque no recuerdo su nombre. Con mucha ilusión partimos hacia la postura acompañados por el secretario, que por cierto era el guarda de la reconocida finca El Gorgojil.

Una vez llegamos al sitio pudimos contemplar las maravillosas vistas que teníamos, con un testero a unos 100 metros y otro detrás a unos 350-400. En esta ocasión las primeras en entrar no fueron las ciervas, sino un solitario lince que nos dejó boquiabiertos a escasos 30 metros de nosotros observándonos.

Los minutos pasaban y los nervios aumentaban, esperando la suelta de las rehalas. Sin embargo, una collera de gamos (a cada cual mejor) entraron comiendo al tiradero más largo del puesto. La distancia era importante pero, ante semejante trofeo, Fran se aventuró a intentarlo. Tras el disparo, uno de los dos ejemplares corrió hacia la cañada que había entre ambos cerros, mientras que el otro huyó hacia fuera de la mancha que cazábamos. La expectación era máxima, ya que no teníamos ni idea si el gamo había sido alcanzado, aunque por lo ocurrido y la distancia, estábamos más en que no. 

Jesús Bernier con el venado abatido
Sin embargo, pasados unos minutos, escuchamos un extraño ruido tras el primer testero que teníamos delante. Era el sonido de una cuerna restregándose contra el duro terreno empedrado. ¡El gamo estaba en el suelo herido! Rápidamente di la enhorabuena a mi compañero de puesto, esperando que soltaran los perros para que remataran al animal. Cuando estos soltaron y llegaron a nuestro puesto rápidamente dieron con el gamo, que ya estaba muerto.

Los canes acababan de empezar a trabajar y ya sólo nos quedaba por matar un venado. Curiosamente, al pasar las rehalas volvieron para atrás una pelota de ciervas que huían a toda prisa acompañadas por un macho de buen porte. Sin embargo, no logré tocar al animal y este salió airoso del lance. El tiempo pasaba y tan sólo se dejaban ver hembras por nuestra postura, aunque habíamos decidido no tirarlas en aquella ocasión. Superada la mitad del envite, un venado mediano entró sigilosamente al puesto por nuestro costado derecho y, precipitándome por los nervios, no lo dejé cumplir, por lo que volví a errar el tiro. Mi cara de enfado era tremenda, ya que eran dos los que ya había dejado marchar.

Cuando parecía que todo estaba terminado, nos sorprendió otro venado que entró por los mismos pasos que el anterior. En esta ocasión si logré enganchar al animal, aunque continuó andando unos metros hasta que Fran lo remató. ¡Qué alivio! Habíamos hecho el cupo sobre la bocina.

Sin más, recogimos los bártulos y les indicamos a los muleros donde se encontraba el gamo, ya que se estaba lejísimos y, mientras tanto, fuimos a ver el venado. Nuestra sorpresa fue mayúscula ya que pensábamos que se trataba de un macho medianito y sin embargo era un buen ejemplar. Mayor aun fue nuestro asombro cuando vimos aparecer el gamo a rastras de las bestias, ya que su majestuosa cuerna ya apuntaba a medalla.

Resultado del puesto en "Los Cercones" de Montealegre

Ya en la junta, la mayoría de los monteros se mostraban contentos por haber completado el cupo del día, aunque el que no lo hubiera hecho podía hacerlo en la siguiente mancha de Montealegre. El plantel de reses fue espectacular, con una media de venados y gamos de calidad muy alta, así como un excelente muflón.

De este día aguardo un recuerdo muy especial, puesto que abatí el venado más grande que tengo, aunque no alcanzó la medalla de bronce. Mejor fortuna tuvo mi compañero Fran, ya que su gamo dio finalmente medalla de plata, quedando a dos puntos de oro. En definitiva, un día para enmarcar.  

Plantel de reses de Montealegre, mancha "Los Cercones"
El Peñón y mi primer gamo

Un par de semanas después de mi primera aventura en Montealegre, partimos de nuevo a esta bonita finca para montear, en esta ocasión, la mancha del Peñón. Nos quedaba un cupo de 2 gamos, 1 venado y se esperaban en esa parte a los marranos, por lo que la ilusión desde primera hora de la mañana era máxima.

Fran Pozuelo con el primer gamo abatido
Tras el correspondiente café en Los Pinos llegamos a la junta para, una vez más, tomar un magnífico desayuno por parte del catering Benidorm, esta vez con filetes de lomo y huevos. En el sorteo nos volvió a tocar un cierre con la mancha que monteamos la otra vez. Antes de salir nos subieron aun más la moral advirtiéndonos que en ese puesto veríamos bastantes gamos.

La postura era bastante complicada, con un inmenso chaparral lleno de vaguaditas, lo que hacía que sólo viéramos las patas a las reses. De hecho, la primera pelota de reses que entró fue una pelota de gamas con dos machos espectaculares en medio, seguramente oros, que nos vieron y se dieron la vuelta a toda velocidad. Al ser libres las hembras, decidí intentarlo con los machos que iban en mitad, pero no conseguí alcanzarlos ante la dificultad de los tiros por el terreno.

A los pocos minutos nos entraron las rehalas y nos avisaron de que eso no había ni comenzado, que en ese momento es cuando entrarían en la mancha. Y efectivamente así fue. Al pasar nuestro puesto y adentrarse en la espesura, una pelota de gamos, todos machos, corrieron hacia nosotros de frente. Fran disparó al primero, que se fue enganchado, y yo al segundo, errando el tiro y encasquillándose el rifle. En los pocos segundos que tardé en arreglarlo los gamos cambiaron de rumbo, permitiendo ponerme a tiro el último de ellos, que era el mejor, y al que abatí con un tiro trasero. Fran también había rematado el primero, por lo que ambos nos dimos la enhorabuena muy contentos.

Mi gamo, el primero en mi vida, se había quedado en una pequeña vaguada delante del puesto, por lo que sólo le veíamos la parte posterior de la cuerna. ¡Mi intriga era máxima!

A lo largo de la mañana nos entraron algunos venados bonitos, de 10-12 puntas, que no quisimos tirar esperando algún ejemplar de mayor porte. Gamos si entraron muchos más y buenos, pero nuestro cupo de esa especia estaba más que saldado.

Finalmente, no conseguimos completar el cupo porque por esperar algo mejor nos quedamos sin abatir el venado que nos quedaba. Con todo, el resultado del puesto fue excelente, con dos bonitos gamos.

Ya en la junta, una vez más se demostró la maravillosa calidad de esta finca, donde en esa ocasión destacaron los gamos, obteniéndose un buen número de medallas.

Plantel de reses en "El Peñón" de Montealegre
Como resumen, he de destacar los dos buenos días de montería que pasé junto con mi amigo Fran Pozuelo y donde pude abatir el venado más bueno que actualmente tengo en mi colección y mi primer gamo, por lo que siempre será una finca que recordaré y a la que seguro volveré a ir.