viernes, 19 de mayo de 2017

La caza, un lastre económico para los jóvenes

Que la caza es una afición que se transmite de generación en generación no es algo nuevo. A lo largo de nuestra vida, todos hemos escuchado frases como “a mí la afición me viene de mi padre” o “mi abuelo me llevó a matar mi primer marrano con 8 años”. Todos, o casi todos, hemos tenido un referente que nos introdujo en este mundillo que, más que un deporte, parece una droga.

Sin embargo, los tiempos han cambiado muchísimo. Antiguamente, que la caza pasara de generación en generación era mucho más fácil y accesible que ahora. ¿Y cuál es el motivo de esto? Como en casi todo, el dinero. La crisis económica en la que nos encontramos (y en la que no voy a entrar) priva cada año a muchísimos jóvenes de practicar su afición del alma que, si algún adjetivo podemos ponerle, es el de costosa.

La falta de trabajo y los bajos sueldos que hoy día cobran la mayoría de los jóvenes hacen muy complicado costear un coto de caza o pagar puestos de montería que, en algunos casos, equivalen o superan el sueldo de un empleado.

Actualmente, existen varias clases de monterías en las que las calidades vienen marcadas por su precio. El bueno, bonito y barato en este mundo, prácticamente, no existe. Por desgracia, no son muchos los jóvenes que pueden permitirse pagar un cercado de 2.500€ que se montea con 25 puestos y en el que garantizan dos venados de cupo y homologaciones. Sin embargo, si asistimos a una de 150€ en la que se montan 85 puestos (a escasos 50 metros uno de otro) si encontraremos a jóvenes monteros que probablemente estén haciendo una de sus cuatro o cinco monterías que tienen programadas para toda la temporada. Y digo cuatro o cinco porque, evidentemente, hay más vida y gastos además de la caza.

La mayoría de los jóvenes no están dispuestos a destinar el 50% de sus ingresos a planificar una temporada en la que se aseguren unas mínimas garantías de éxito, y acuden a monterías de bajo coste en las que, en la mayoría de las ocasiones, vuelven a casa sin haber pegado un sólo tiro, lo que con el tiempo cansa y mucho.

Por todo esto, es muy complicado ver a jóvenes en las monterías, y cuando se suelen ver es acompañando a sus padres, lo cual es una suerte, tanto económicamente como por compartir afición con quien probablemente les ha enseñado este bonito mundo cinegético.

A pesar de todo esto, por suerte todavía quedan (o quedamos) jóvenes dispuestos a hacer un importante esfuerzo para poder disfrutar de la montería y la caza cada año, haciendo que se siga transmitiendo, a duras penas, de generación en generación.