Muy temprano recogí a mi socio de puesto en aquella ocasión, que no fue otro que mi buen amigo Jesús Roldán “Coco”, para dirigirnos al Vacar, donde habíamos quedado para tomar un café rápido con muchos amigos, como Vicente Suárez, Rafa Moyano, etc. Una vez en la junta, y tras unas riquísimas migas, Sergio Sanz y José Morillo comenzaron a dar las primeras indicaciones y cupos (2 muflones y cochinos libres) para la montería. No recuerdo el nombre de la armada que nos tocó, pero fue el número 4 de uno de los primeros cierres.
Al llegar al puesto, dejamos el coche en una explanada junto a la malla y nos volcamos a unos 80 metros para poder cubrir la cañada que teníamos debajo y el testero de enfrente. El puesto era precioso, sólo faltaba que cumpliera.
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Jesús Bernier con el segundo muflón |
Durante los primeros compases se escucharon algunas detonaciones que hacían presagiar que la mancha estaba cargada de reses. Y tanto fue así que, transcurrida media hora de montería para nosotros, escuchamos un tremendo tropel por el pecho de enfrente, que acabó con una pelota de muflones que venían directos a nuestra postura por una ancha vereda.
Entre ellos (40 o 50 animales) había de todo; hembras, plataneros, medianos y dos muy buenos ejemplares. Concretamente, el más destacado, se encontrada tapado atrás. Sin pensármelo, disparé sobre el animal, al que conseguí tocar, pero no rematar en el segundo disparo. Mi cara era todo un poema, porque el ejemplar, a buen seguro, alcanzaría la medalla.
Por la cercanía del disparo y el inexistente peligro, decidimos bajar a ver si había rastros. Efectivamente, el muflón iba tocado, pues había sangre por donde había huido. Sin embargo, ésta se perdía, lo que nos hizo dar el trofeo por perdido. Una auténtica pena.
Poco después de todo esto, escuchamos un fuerte tropel por el llano que teníamos arriba que nos desconcertó, por lo que decidimos correr hacía allí. Por el ruido, esperábamos encontrarnos con venados (que no se podían tirar), pero se trataba de algo más grande. ¡Eran caballos! Por la mañana nos habían avisado en el sorteo que había algunos sueltos por la finca, pero no esperábamos verlos. Sin embargo, la sorpresa era aun mayor, ya que venían revueltos en una pelota de muflones, entre los que iba uno muy considerable. Coco, con un certero disparo, abatía su primer muflón, ¡y qué muflón! Tras dar la enhorabuena a mi compañero, comenzamos a hablar sobre si podría ser medalla, aunque él le quitaba importancia y pensaba que no sería para tanto.
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Jesús Roldán con el primer muflón |
Muy nervioso, por ser este el primero que había abatido, lo junté con el primero que matamos para la foto reglamentaria, en la que no dejábamos de reírnos porque los dos nos los habían cantado los caballos.
El resto de la montería transcurrió tranquilo por nuestra postura, dejándose ver algún venado, aunque ese día la cosa no iba con ellos.
Cuando llegamos a la junta, nos encontramos con que el muflón que habíamos pinchado a primera hora estaba allí, pero al haber abatido otro y no querer polémica no quisimos pronunciarnos. Toda una pena, porque dio bronce, al igual que el de Coco. Sin duda, los dos mejores trofeos de la montería se podían haber quedado en nuestro puesto.
La montería fue todo un éxito, contabilizándose sobre el cemento 57 cochinos y 32 muflones, con 40 posturas.