miércoles, 21 de junio de 2017

Un bonito recuerdo de La Muela


Aún recuerdo el magnífico día que pasé hace tres años en la Muela. Era la primera temporada que monteaba con la Sociedad de Cazadores de Hornachuelos, de la que soy socio actualmente. Largos y muy amplios tiraderos caracterizan a los puestos de esta sociedad (lo que hace difícil abatir las reses), que cada año suma importantes números en sus manchas, haciendo que exista lista de espera para adquirir puestos.

Aquel 21 de diciembre de 2014 nos dimos cita muy temprano en el Pedrejón, donde degustamos unas ricas migas preparadas, como siempre, por el catering Canela. El sorteo se había celebrado la noche de antes en Hornachuelos, por lo que acudimos a la junta sin saber a dónde nos había tocado.

El presidente, Faldetas, nos había sacado el puesto y nos comentaba que íbamos a un buen cierre. Concretamente, el 5 del Jopillo era el paso que nos había tocado en suerte. Varias fueron las personas en la junta que nos cambiaban el puesto sin pensarlo, ya que aseguraban que era bueno y cumplidor. A pesar de ello, fuimos cautos y preferimos mantener la mentalidad de “a las 3 de la tarde lo veremos”.

Con todo, partimos ilusionados hacia la mancha, con la incertidumbre de qué nos depararía la jornada. Dejamos los coches en un carril y el puesto número 4, que ocupaba mi buen amigo Rafa Ponferrada, acompañado en aquella ocasión por Palacios, volcó para un lado y nosotros para el otro.

Puesto Nº5 del Jopillo
Al llegar a la postura, comenzamos a montar los rifles cuando de repente escuchamos varias detonaciones del puesto de Rafa Ponferrada. Ante nuestra sorpresa, le escribí un Whatsapp para que me contara lo sucedido y al parecer habían sido tres gamos que habían saltado de nuestros pies al llegar nosotros. Sin embargo, sólo habían conseguido abatir uno. 

Los primeros compases de la montería fueron tranquilos, con algunas ciervas dejándose ver por la postura. Las furgonetas de las rehalas comenzaron a asomar por el carril, y acto seguido comenzaron los disparos, otra vez, en el puesto de Ponferrada. Los dos gamos que se habían escapado habían sido vueltos por las rehalas. Esta vez sí se quedaron los dos. Acababan de soltar los perros y mi vecino de puesto ya me había mandado la foto con el triplete de gamos. ¡No podíamos creerlo!

Rafa Ponferrada con el triplete de gamos
El trascurso de la montería fue tranquilo por aquella zona, dónde no se escuchaban demasiados tiros. 
Sin embargo, la fortuna también nos sonrió a nosotros. A media mañana sentí un tropel a nuestra espalda y apareció un bonito venado (más grande de la cuenta en aquella zona) que se dirigía a toda prisa para el puesto de mi amigo Ponferrada. Le pegué un primer disparo de culo que le dio en un jamón, lo que hizo que el venado cambiara de rumbo y se bajara a la cañada que teníamos delante, donde lo rematamos. 
Jesús Bernier padre con el venado cobrado

Muy emocionado, bajé corriendo a ver el animal abatido. No me había equivocado, se trataba de un venado destacado para la zona, de hecho, al subir al puesto, le dije a mi padre que ponía la mano en el fuego porque sería el más grande de la montería.

El resto de la mañana fue tranquilo, con poco ajetreo para nosotros, esperando que algún marrano asomara por la postura, pero no llegó. A eso de las tres de la tarde recogimos las cosas y bajamos a ver el trofeo y hacernos la foto reglamentaria, para partir posteriormente a la casa de Villares, donde sería la comida y la junta de carnes, en la que se presentaron casi 80 reses de tiro.

Sin duda, pudimos traernos un bonito recuerdo La Muela, ya que la calidad de venados de la zona es inferior al que conseguimos abatir.

Como anécdota, esta última temporada volví a montear La Muela, ocupando el puesto donde mi amigo Rafa Ponferrada había abatido los tres gamos. En esta ocasión, el puesto no cumplió y sólo pudimos ver a primera hora un venado muy lejano que se escapaba con una pelota de hembras, al que no pudimos abatir. 

Sin embargo, en el puesto siguiente, donde habíamos estado dos años atrás, Raúl Salado se entretuvo en abatir un par de venados y varios cochinos. Definitivamente, ¡esto del campo no es una ciencia exacta!

Esperemos que la próxima temporada, a la que ya le falta menos para comenzar, volvamos a tener suerte en la bonita finca de La Muela. 


Jesús Bernier, padre e hijo, con el venado abatido