Como ya es tradición cada vez que me acompaña, Laura fue la encargada de coger uno de los dos sobres que quedaban por sacar. Un cierre, otro más de una temporada donde casi no había visto una traviesa. A priori, el puesto pintaba bien ya que en años anteriores había cosechado buenos resultados. Pero como se suele decir en esto de la caza, y más concretamente en la montería, hasta las 3 de la tarde nunca se sabe.
Justo cuando la lluvia dio una pequeña tregua, comenzaron a salir las armadas. En esta ocasión, la propiedad había puesto secretarios a los puestos que íbamos a venados. Una vez llegamos al sitio, dejamos el coche en una curva y andamos unos 50 metros para subir un cerrete de otros tantos, desde donde divisábamos a la perfección un inmenso testero con un cortafuegos en medio. El puesto era complicado, ya que el monte era muy apretado y las zonas de tiro más lejanas estaban a más de 400 metros.
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Parte de nuestro puesto, ya que el testero era mucho más ancho |
Cuatro ciervas fueron las primeras en entrar a la postura, inquietas ante el movimiento de los coches en la mancha. Poco después, por el lugar más lejano, alto y complicado del testero vi una pelota de venados, todos ellos de buen porte. Y digo de buen porte porque lo único que se les veía era la cuerna, ante la espesura del monte. Ante esa dificultad y los más de 400 metros de distancia, me aventuré a intentarlo. Tras realizar un disparo, los venados aceleraron la marcha y volcaron hacia la otra cara del cerro. Nuestra sorpresa fue que uno de ellos venía hacía abajo y para el cortafuegos, pinchado de atrás. ¡Le había dado! El animal salió al cortafuegos y lo rematé en el segundo disparo, ya adentrándose de nuevo en el monte.
No habían soltado y ya tenía medio cupo hecho. El resto de los venados fueron tiroteados detrás, por lo que uno de ellos se volvió por los mismos pasos del que ya había sido abatido. Se trataba de un ejemplar de mayor apariencia que portaba 16 puntas con toda seguridad. Justo antes de entrar al cortafuegos el animal se paró, sin embargo, lo dejé que entrara al claro donde arrancó a correr y le solté tres disparos, alcanzándole el tercero, otra vez, trasero. Justo al minuto el puesto de abajo lo tiró, por lo que el venado se daba por rematado y el cupo estaba hecho, con los perros aun en el camión.
Con todo, esto no había acabado. Otra vez por la misma verea y los mismos pasos, un importante venado, andaba lento hacia el cortafuegos. Mi primera impresión fue que había tenido mala suerte, pues se trataba probablemente del mejor trofeo de la jornada y el cupo estaba completo. Pero conforme más se acercaba nos íbamos dando cuenta de que el animal venia tocado de la pata trasera. Lo que son las cosas de la caza. Sin poder tirarlo el venado se quedó varios minutos en el cortafuegos mirándonos y el problema es que no se le veía sangre. El secretario me dijo que no lo tirara, pues podría tratarse de una malformación y que el venado no fuera tocado. Entre eso, el cupo completado y los nervios haciendo acto de presencia, dejé pasar al venado. De nuevo el puesto de abajo tiró, por lo que seguramente el individuo del 1 ya habría abatido (rematado) dos venados. Casualmente, el hermano de mi secretario estaba con el puesto de arriba que había tiroteado la pelota de venados después que yo, por lo que nos confirmó que habían tocado al último que nos entró.
Por intentar hacer las cosas bien, y con permiso del organizador, le dijimos al secretario que fuera al puesto número 1 para comunicarle que los venados que tenía, ambos eran rematados, para que no dejara pasar reses por creer que tenía el cupo listo. No sabía por qué, pero me olía a que esto iba a traer cola. Y efectivamente, así fue. El secretario nos comentó que el individuo decía que ambos eran suyos. A todo esto, los perros aun sin soltar, llevábamos 40 minutos de montería.
La mañana fue muy dura, sobre todo porque la lluvia fue muy dura, dando pocas treguas y dificultando mucho la caza. Por el cortafuegos pude contar al menos 6 o 7 marranos a los que, a algunos ni me dio tiempo a tirar, y los que tiré los fallé, era muy complicado. Miento, uno de ellos si lo alcancé, y se quedó “muerto” en la espesura del monte, hasta que a los 3 minutos se levantó y se fue ya sin visibilidad ninguna para nosotros. Mis sensaciones eran rara, porque estaba monteando pero mi cabeza estaba en el segundo venado que había pinchado. Conforme se acercaba el final de la montería, avisé al organizador de que iba a ver problemas entre los tres puestos por lo sucedido, por lo que me dijo que se llegarían nada más sonaran las caracolas.
Como ya conozco como funciona esto, a las 2 y media salió el sol y decidí recoger mis cosas e ir a ver el venado abatido, que nos sorprendió ya que parecía más pequeño corriendo. El guarda pasó en un coche preguntando que se había hecho y le dije que me iba con él al puesto número 1 a ver que me contaba este individuo. Cuando llegamos, el hombre había desaparecido, y un arriero nos dijo que le había dicho que tenía dos venados y se había marchado corriendo. Ya nos olía raro.
No habían soltado y ya tenía medio cupo hecho. El resto de los venados fueron tiroteados detrás, por lo que uno de ellos se volvió por los mismos pasos del que ya había sido abatido. Se trataba de un ejemplar de mayor apariencia que portaba 16 puntas con toda seguridad. Justo antes de entrar al cortafuegos el animal se paró, sin embargo, lo dejé que entrara al claro donde arrancó a correr y le solté tres disparos, alcanzándole el tercero, otra vez, trasero. Justo al minuto el puesto de abajo lo tiró, por lo que el venado se daba por rematado y el cupo estaba hecho, con los perros aun en el camión.
Con todo, esto no había acabado. Otra vez por la misma verea y los mismos pasos, un importante venado, andaba lento hacia el cortafuegos. Mi primera impresión fue que había tenido mala suerte, pues se trataba probablemente del mejor trofeo de la jornada y el cupo estaba completo. Pero conforme más se acercaba nos íbamos dando cuenta de que el animal venia tocado de la pata trasera. Lo que son las cosas de la caza. Sin poder tirarlo el venado se quedó varios minutos en el cortafuegos mirándonos y el problema es que no se le veía sangre. El secretario me dijo que no lo tirara, pues podría tratarse de una malformación y que el venado no fuera tocado. Entre eso, el cupo completado y los nervios haciendo acto de presencia, dejé pasar al venado. De nuevo el puesto de abajo tiró, por lo que seguramente el individuo del 1 ya habría abatido (rematado) dos venados. Casualmente, el hermano de mi secretario estaba con el puesto de arriba que había tiroteado la pelota de venados después que yo, por lo que nos confirmó que habían tocado al último que nos entró.
Por intentar hacer las cosas bien, y con permiso del organizador, le dijimos al secretario que fuera al puesto número 1 para comunicarle que los venados que tenía, ambos eran rematados, para que no dejara pasar reses por creer que tenía el cupo listo. No sabía por qué, pero me olía a que esto iba a traer cola. Y efectivamente, así fue. El secretario nos comentó que el individuo decía que ambos eran suyos. A todo esto, los perros aun sin soltar, llevábamos 40 minutos de montería.
La mañana fue muy dura, sobre todo porque la lluvia fue muy dura, dando pocas treguas y dificultando mucho la caza. Por el cortafuegos pude contar al menos 6 o 7 marranos a los que, a algunos ni me dio tiempo a tirar, y los que tiré los fallé, era muy complicado. Miento, uno de ellos si lo alcancé, y se quedó “muerto” en la espesura del monte, hasta que a los 3 minutos se levantó y se fue ya sin visibilidad ninguna para nosotros. Mis sensaciones eran rara, porque estaba monteando pero mi cabeza estaba en el segundo venado que había pinchado. Conforme se acercaba el final de la montería, avisé al organizador de que iba a ver problemas entre los tres puestos por lo sucedido, por lo que me dijo que se llegarían nada más sonaran las caracolas.
Como ya conozco como funciona esto, a las 2 y media salió el sol y decidí recoger mis cosas e ir a ver el venado abatido, que nos sorprendió ya que parecía más pequeño corriendo. El guarda pasó en un coche preguntando que se había hecho y le dije que me iba con él al puesto número 1 a ver que me contaba este individuo. Cuando llegamos, el hombre había desaparecido, y un arriero nos dijo que le había dicho que tenía dos venados y se había marchado corriendo. Ya nos olía raro.
Con todo, los organizadores se presentaron tras haber pasado por mi postura y el secretario y Laura contarles lo sucedido. Rápidamente fuimos a buscar a este hombre, que se encontraba buscando mi venado ya que el de mayor trofeo ya lo tenía localizado. Cuando llegamos a él intentamos conversar, sin embargo, este “individuo”, que empezó a alardear de que tenía ya mucha experiencia en esto, no me dejaba ni si quiera contarle lo sucedido, ya que sólo decía que los venados eran suyos y menospreciándome, para acabar diciéndome “gilipollas”, tras haberle intentado hablar con educación. Quien me conoce sabe que no fácil sacarme de mis casillas, pues este individuo lo consiguió. Arrancamos y nos fuimos porque no merecía la pena seguir con el tema.
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Venado cobrado en la postura |
Cuando pasamos por mi postura de vuelta, aquello parecía una feria. Laura, el secretario, los del puesto de arriba (que curiosamente eran conocidos míos)… y todos con las ideas muy claras de lo sucedido. Habíamos encontrado hasta un pequeño charco de sangre del venado más grande que se había quedado parado en el cortadero mirándonos, pero bueno, ante mi nerviosismo y cabreo, decidí coger el coche e irme a la junta a comer algo.
Al llegar, había gente que hasta ya se había marchado (eran cerca de las 5 de la tarde), por lo que comimos lo que pudimos mientras contábamos lo sucedido a los asistentes. Poco después aparecieron los del puesto de arriba, que nos contaban que a ellos este individuo no les había faltado el respeto, pero que ni con el testimonio de los secretarios y la sangre les había dado el ejemplar. El mío, por suerte, no apareció. Y digo suerte porque no hubiera dejado que se lo llevara y se habría liado un buen follón seguramente, ante el comportamiento y la falta de respeto que ya había mostrado este “personaje”. Por cierto, cuando apareció yo creo que no se paró ni a comer, señaló “su” venado con el taxidermista y se fue.
Al tratarse de un conflicto, no he querido dar ningún nombre de nadie, tan sólo el de mi pareja y en este caso compañera de puesto. Como consuelo, me queda en el recuerdo que, en la junta y tras contar lo sucedido, decían que mi comportamiento había sido el correcto y que una persona joven había tenido más ética en el campo que otra que “estaba harta de montear” o una frase de ese estilo que me había soltado este individuo, sin saber ni si quiera lo que yo sé o no sé de campo, y las monterías que llevo en la espalda.
Aunque ya lo hice en la montería varias veces, e incluso llegué a decirle que sentía mucho no haberle rematado el venado grande, quiero dar la enhorabuena al señor del “puesto de arriba” por el trofeo que, aunque vaya a estar colgado en otra chimenea, es suyo.
Al tratarse de un conflicto, no he querido dar ningún nombre de nadie, tan sólo el de mi pareja y en este caso compañera de puesto. Como consuelo, me queda en el recuerdo que, en la junta y tras contar lo sucedido, decían que mi comportamiento había sido el correcto y que una persona joven había tenido más ética en el campo que otra que “estaba harta de montear” o una frase de ese estilo que me había soltado este individuo, sin saber ni si quiera lo que yo sé o no sé de campo, y las monterías que llevo en la espalda.
Aunque ya lo hice en la montería varias veces, e incluso llegué a decirle que sentía mucho no haberle rematado el venado grande, quiero dar la enhorabuena al señor del “puesto de arriba” por el trofeo que, aunque vaya a estar colgado en otra chimenea, es suyo.